lunes, 11 de diciembre de 2006
Plaza San Miguel (noviembre 2006)
¿Os habéis fijado alguna vez en la posición de las manos mientras caminamos?
En esta ciudad las terrazas desaparecen en Octubre, son pocas las sobrevivientes a partir del Pilar.
Los domingos en La plaza San Miguel, sol, cerveza y lectura, si la niebla y el viento lo permiten.
jueves, 7 de diciembre de 2006
Canfranc
Estado de la enfermería de la Estación Internacional de Canfranc (Agosto 2005)
Me ha sorprendido consultar la página del Ayuntamiento de Canfranc (Huesca)
En ella la Estación Internacional de Canfranc (la misma del Oro de Moscú o por la que más tarde el Oro de los nazis entró libremente en nuestro país) aparece con una luz dorada y magnifica. Es cierto que su arquitectura es esplendorosa como se dice en la web, pero el estado en el que se encuentra es de un abandono más absoluto, una verdadera ruina; destrozada en su interior, vagones abandonados, vías oxidadas e invadidas por la vegetación, salas incendiadas, relojes parados con sus esferas rotas, ventanas sin cristales, suciedad y oxido por todas partes. Según las pancartas situadas en la entrada principal “La vergüenza nacional”
Aquí tenéis la dirección http://www.canfranc.com/estacion-internacional.htm
En ella existe un enlace en el que podéis consultar el Oro de Canfranc.
http://www.heraldo.es/canfranc/
En el interior del túnel de Somport se encuentra el Laboratorio subterráneo de Física Nuclear de Canfranc, comparable al Laboratorio Nacional del Gran Sasso (Italia) y el de Modane-Fréjus (Francia).
http://www.unizar.es/lfnae/paginas/p0200.html
http://www.unizar.es/lfnae/paginas/p0400.html
sábado, 2 de diciembre de 2006
Carro de Paja
Por la mañana había visto aquel carro en el prado rodeado de verde y amapolas. Pensé que la mejor hora sería al atardecer con un cielo norte. Esperábamos en la estación a Raquel y el Sol bajaba y bajaba; desciende muy rápido a la puesta. En cuanto llegó corrimos...
Je les regarde
Je les regarde, ils sont beaux... Et je dis en soupirant que moi, je ne sarai jamais vieux, hélas, avant très longtemps. Mais dans un coin un petit bonhomme déclenche son Rolleiflex pour immortaliser ces jeunes années, jonglant avec la lumiére comme d'autres avec les mots.
Un Doisneau en habits de fête, ceux qui lui vont le mieux.
(Claude Villers)
Un Doisneau en habits de fête, ceux qui lui vont le mieux.
(Claude Villers)
The blood
The blood of all men of all nations being red,
the Communist International named red its banner color.
The bloodcolor red is the symbol.
the Communist International named red its banner color.
The bloodcolor red is the symbol.
Dimensiones del Color
El color tiene tres dimensiones que pueden definirse y medirse.
El matiz, la saturación y el brillo.
El matiz, la saturación y el brillo.
Paseo
Sentados en una terraza con Pere, vimos la imagen. Me falto tiempo para atraparla con mi F-90 que descansaba entre dos cervezas.
Erik
Quisiera que los niños en Zona de Conflictos pudieran ser tan felices como tu. Cuando se acabara la lucha.
viernes, 1 de diciembre de 2006
Un recuerdo de guerra
Fotografía
Una buena foto es aquella que nos hace percibir lo que no sale en ella. El punto de partida para recuperar un hecho invisible.
(Temps Afegit. Josep María Espinas)
(Temps Afegit. Josep María Espinas)
Milan Kundera
Querido Milan Kundera,
Es para mi un honor perderme en la lectura de tus libros, zambullirme en ellos y sentirme uno más de tus personajes señalado por tus palabras y sus historias.
Sabes me avergüenzo y sin embargo me alegro al decirte que la primera vez que te leí robe tu libro, era aquel “El libro de la risa y el olvido”, nunca lo hago pero estaba allí entre montones y montones de títulos, lleno de polvo y olvidado. Mis manos se sintieron atraídas a él y empecé a leer donde la amante enamora a la esposa y el marido acaba hastiado de la relación entre ellas dos. No pude despegar mis ojos hasta que lo acabé y desde entonces he leído todos tus libros.
Creo que el escritor tiene el poder de comunicar aquello que conoce para que el resto reflexionemos e intentemos no seguir equivocándonos eternamente.
No me extraña que te concedieran el premio Nobel.
En tu obra maestra “La insoportable levedad del ser”, toda la humanidad estamos retratados, sin embargo yo me quedé prendado un verano cuando leí “La identidad” y las frases de la protagonista brotaron de sus páginas como unos labios ardientes y apasionados:
“Ya no dejaré de mirarte. Te miraré sin parar”. “Dejaré la lámpara encendida toda la noche. Todas las noches”
Por momentos muy íntimos… gracias.
Andaluces de Jaén
ACEITUNEROS
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.
Miguel Hernández, 1937
Renacer
Mirada en la sabana, ojos perdidos en el extenso verde al romper azul púrpura el atardecer africano. Buscar (quizás encontrar) algún vestigio de los antepasados, aquellos que tan pronto se fueron, dejando el poblado atrás, el cuerpo inmóvil bajo una acacia o su piel en las fauces del terrible enemigo al que todos temen enfrentarse. Simba, rey dominante, de lo que se mueve o lo que se arrastra, verdugo instintivo, demonio de la noche, del que todos huyen, símbolo de la hombría de mi pueblo, orgullo del niño guerrero cazador, llanto de mi hermano muerto.
No existe la pena para un morani, aquella que siente tu corazón cuando algo muere, no existe el llanto ni la lagrima solo el olvido, el que todo lo borra como si nunca antes hubiera existido.
Volver a la mañata con las cabezas bajas, muy callados, importando el silencio a los que esperan, no hace falta decir nada, ni pronunciar su nombre, el callar, la reserva, es símbolo de su ausencia, del vacío de su marcha, del abandono, y de la muerte. Le esperaban las flores, los festejos, una cabra para sacrificar, y ahora solo el olvido se adueña de él, un olvido que sé lo llevara hasta el desaparecer, su nombre no se oirá pronunciar más, sus ropas quemaran en una hoguera triste, y hasta desaparecerán tus fotos, aquellas que nos dejaron los buanas al pasar por aquí.
Mama Massai entro en la choza, sin una lagrima, la tradición no se lo permite. No volvió a salir, se quedo allí días y días, mientras todos nosotros, guerreros, ancianos, mujeres, y niños, seguimos viviendo, ya sabéis, pastorear, cuidar de los pobres campos, cocinar, hacer abalorios, descansar bajo los arboles y saltar, saltar y saltar.
Yo saltaba, saltaba aun más alto, intentando tocar con la coronilla la rama de la acacia, y reía, reía tanto, sintiendo una satisfacción por todo el cuerpo, como un cosquilleo mágico que me corría por él, era feliz, feliz de saltar hasta llegar a tocar la acacia, o la luna si fuera posible, todo un reto.
Saitoti lo hacia también delante de mí, compitiéndome, lo hacía bien, pero le faltaban palmos para llegar a mi altura, y jamás llegaría a tocarla. Los tanzanos sois más bajos, pense, aunque yo tampoco te llegare a tocar por más y más que salte.
Ya era un guerrero, había luchado contra el león, sintiéndome valiente tras su muerte y lo cargamos en nuestras espaldas hasta el poblado (su piel un abrigo ritual, su garra contra hechizos y el mal de ojo), pero sentí temor al enfrentarme, lo había esperado durante toda mi vida, me prepararon para desafiar al gigante y de pronto cuando estuve ante él y lo oí rugir un escalofrío recorrió mi espalda. Nos miramos por un momento, muy fijo a los ojos (eran más fieros de lo que creía), profundos, toda la creación viva en ellos, negros como la noche keniana, aquella que nos envolvía, tras el ocaso del Sol, ante la hoguera de nuestros antepasados, con su infinitud de titilantes estrellas, salvajes de instintiva ferocidad y yo ante aquel demonio empuñando mi lanza (y mis trece años recién estrenados) como un neófito a punto de su iniciación, si sucumbía moriría (seguro) entre las fauces furiosas del demonio rojo, sentiría sus garras penetrar mis carnes y mientras se desgarraban inundadas de sangre percibiría el postrer aliento escapándose de mi cuerpo; si lo vencía me transformaría en hombre, podría saltar todo el día y cantar cánticos rituales donde narrar el pasado de nuestro pueblo mi voz se escucharía con el peso de un guerrero vuelto triunfante de una gesta, podría explicar mi hazaña a todo el mundo, y por fin descansar tranquilo bajo alguna acacia envuelto en la embriagued del héroe; pero también debería proteger a mi pueblo, velar por su bienestar y seguridad.
Masai Mara esta es mi tierra, mi país, en ella me muevo, en él vivo y seguramente es donde habré de morir. Es verde todo el año, en verano, otoño e invierno, la primavera espectacular, brillante, llena de animales que corren por toda la sabana bebiendo en los charcos con los que la lluvia nos obsequia. Yo la miro con los ojos ausentes más allá del punto que no tiene sitio en esta tierra extensa que nunca se acaba, en que la mirada no encuentra nunca el fin, ni un momento de descanso para posarse sobre el horizonte. Cuantas veces pense en huir más allá de esta cultura anticuada y neolítica, a la tierra de donde vienen los señores, aquellos con sus trajes cremas y kakis, sus sombreros de alas y las cremas contra el sol, y sin embargo son cosas que se piensan así con la mirada perdida en la línea que no existe.
Ahora en mis manos esta mi realidad, un bastón en el cual me apoyo, no para soportar mi peso sino más bien para que me ayude a caminar en el mundo de la realidad, bajo el sol de invierno de la sabana africana. Tengo aquí todo lo que necesito para ser feliz, la tierra por la cual camino, las bayas de las que me alimento, el fuego que me calienta del frío de la noche, la lanza, el arco y el machete para defenderme, y mi manta a cuadros de color rojo intenso, como el color de mi sangre y la de Simba, ella me hace visible y alerta a cualquier animal de mi presencia, tengo mis saltos, mi risa, la compañía de otros guerreros, la sencillez y la simplicidad de mi vida (se que vosotros la envidiáis), sin embargo me faltas tu, muerto bajo las furiosas fauces del león, y aun que el rostro falte cortado en la foto que nos regalo la mensahip, sigues vivo en mi interior, te sigo recordando, pese a que las tradiciones lo prohiban y debiera haberte desterrado de mí.
Faltaste aquel día en que volvieron los guerreros en silencio y cabizbajos, sin mediar palabra, todos comprendimos desde entonces que deberíamos vivir sin ti. El diablo rojo se te llevo más allá de donde nace el sol, más aun de donde muere para volver a renacer y traer un día nuevo. Entonces por un momento pensé en ti, me turbo el dolor recorriéndome todo el cuerpo y repare si era posible volver a renacer, o simplemente extinguirse como lo hace el recuerdo con el tiempo.
Por eso contemplo la sabana queriendo abarcar la madre Africa con la mirada esperando encontrarte vivo y renacido.
A Esteban Limpo in memoria.
BCN. 25.Mayo.1999
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